* La importancia del cuaderno de viaje
Hace unos años visité a una de mis mejores amigas en un pueblo costero al sur de Lima. En aquel entonces, su hijo Nicolás tenía 5 años. Íbamos juntos a la playa casi todos los días y nos quedábamos construyendo castillos de arena, tratando de ver delfines a lo lejos y jugando frente al mar. Nico llevaba sus baldes y palitas para la arena y yo, mi libreta verde y una lapicera.
Una tarde vimos una bandada de gaviotas que cruzaba el cielo. “¡Mira! Los pájaros están haciendo una fila. ¿Van a una reunión?”, dijo Nico. Saqué mi libreta e intenté dibujar la escena. Él me miró y dijo: “Ah, por eso llevas tu libreta a todos lados, ¡por si pasa algo interesante!”. Al día siguiente, se repitió la escena de los pájaros. “Mira, tía Ani, los pájaros. Tendrás que dibujarlos en tu libreta”. Al rato, Nico encontró una pluma en la arena y se la llevó a su casa junto con sus juguetes.
—Voy a guardarla en mi cofre de los tesoros.
—¿Y qué guardás ahí?
—Cosas que encuentro en la playa, plumas, caracoles, mi trofeo de oro.
—¿Y qué más?
—Cosas que nunca había visto.
Mis libretas de viaje son mi cofre de los tesoros y, como bien dijo Nico, son el espacio donde guardo todo lo interesante que veo mientras viajo. Desde mi primer viaje hasta hoy, nunca salí de casa sin un cuaderno. Incluso cuando me fui de vacaciones (sin computadora) a Rusia, me llevé dos cuadernos y documenté todo el viaje a mano. Hacer journaling o documentación de viajes (y de la vida cotidiana, también) es uno de mis hobbies preferidos y algo que me gusta hacer porque sí (si bien es cierto que de ahí salen las ideas para mis libros y proyectos, es algo que me gusta hacer sin pensar en posibles usos o resultados, solo porque lo disfruto). Cuando miro hacia atrás, me doy cuenta de que lleno cuadernos desde que aprendí a escribir, y a veces quisiera pasarme la vida haciendo eso y nada más.
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